Por lo que respecta a la alimentación, las cobayas son animales herbívoros estrictos, lo que significa que se alimentan únicamente de alimentos de origen vegetal. Los antepasados salvajes de las cobayas son originarios de Sudamérica, y se alimentan el suelo, principalmente de hojas, hierba y otros vegetales ricos en fibra.
Las preferencias alimentarias se adquieren de forma temprana, por lo que son especialmente reacios a cambios por lo que se refiere a textura, apariencia o sabor. Cualquier modificación en la dieta debe realizarse de forma progresiva para asegurar que la cobaya siga comiendo.
Posiblemente el aspecto más característico e importante en la dieta de la cobaya es la necesidad de ingerir vitamina C, ya que no pueden sintetizarla por ellos mismos. Aparte de esta particularidad, la clave de una dieta sana es la ingestión de una gran cantidad de heno de calidad, por lo que se les debe ofrecer a libre disposición. El heno resulta fundamental no solo para controlar el crecimiento continuo de las piezas dentales, sino que aporta la fibra necesaria para el correcto equilibrio de la flora bacteriana digestiva. Las dietas basadas en mezclas de semillas resultan totalmente inadecuadas, puesto que son pobres en fibra y suelen tener un contenido elevado de carbohidratos.
¿Qué dieta debo ofrecer a mi cobaya?
La recomendación principal para la dieta de una cobaya incluye una cantidad ilimitada de heno de calidad. Pueden emplearse henos como el de hierba timotea (timothy) o de huerto, y deben evitarse aquellos con un contenido en calcio elevado como el de alfalfa (únicamente lo emplearemos en pequeñas cantidades en animales en crecimiento y hembras gestantes).
Diariamente aportaremos una pequeña cantidad de pienso de calidad, rico en fibra y preferiblemente sin carbohidratos. El uso de pienso tipo pellet evita la selección del alimento. La mayoría de piensos de calidad indicados para cobayas incluyen vitamina C, pero debemos tener en cuenta que esta se degrada fácilmente.
Además del heno y el pienso podemos ofrecer vegetales, preferentemente tipo hoja, como berros, canónigos, rúcula, escarola, hojas de zanahoria o endibia, entre otros. También podemos ofrecer vegetales ricos en vitamina C como el pimiento rojo. Las lechugas tipo iceberg poseen un escaso valor nutricional (contienen principalmente agua), por lo que no se suelen recomendar.
Por norma general no suele recomendarse el uso de frutas debido al elevado contenido en azúcares, que puede desembocar en desequilibrios en la flora digestiva que se manifiestan con diarrea. Las semillas y frutos secos deben evitarse debido al elevado contenido en carbohidratos y grasas.
Las cobayas siempre deben disponer de una fuente fresca y limpia de agua. Se recomiendan los bebederos tipo biberón, ya que son más limpios; debe comprobarse su buen funcionamiento de forma periódica.
¿Por qué necesitamos dar vitamina C a nuestras cobayas?
Las cobayas y los primates, incluidos los humanos, no pueden sintetizar su propia vitamina C; por lo tanto es esencial su suplemento en la dieta. La vitamina C es vital para el desarrollo normal de la piel, articulaciones o mucosas como las encías. También juega un papel fundamental en la cicatrización de heridas y el mantenimiento de un buen sistema inmunitario.
Las necesidades diarias de vitamina C dependen de la condición del animal (crecimiento, adulto, enfermo, gestante…) y del peso del mismo, entre otros. El veterinario especializado en mamíferos exóticos puede establecer las recomendaciones necesarias para una cobaya en concreto.
La falta de vitamina C (escorbuto) puede manifestarse con una gran variedad de signos clínicos, incluyendo mal pelaje, diarrea, inflamación y dolor articular (las cobayas no quieren moverse), hemorragias en encía y piel, e infecciones oportunistas (bacterianas, fúngicas, víricas) secundarias a inmunosupresión.
En las revisiones generales que realizamos a las cobayas no solo examinamos su estado físico, sino que es un buen momento para dar recomendaciones sobre la alimentación y cuidados de nuestras cobayas.
Recomendamos realizar chequeos al menos dos veces al año, para detectar posibles alteraciones de forma temprana.
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